¿Por qué algunos «Fotógrafos» odian Instagram?

La portada que creó una pequeña polémica que ya casi no importa.

La portada que creó una pequeña polémica que ya casi no importa.

No todos los fotógrafos, por supuesto. Ahora, antes de continuar, habría que reflexionar un poco sobre el significado de la palabra fotógrafo. Fotógrafo en su sentido más amplio es todo aquel que opera un cámara (o un proceso fotográfico para ser más precisos), aunque generalmente cuando usamos esta palabra la reservamos para aquellos que tienen una relación profesional o vocacional con la hechura de fotografías. Hoy en día casi todos tomamos fotos, de la misma manera que casi todos sabemos escribir, pero reservamos las palabras Fotógrafo y Escritor para un grupo aparte. Es en ese grupo, el de Fotógrafos con mayúscula, donde se encuentran los principales detractores de la red social Instagram.

El tema surgió de nuevo, mínimamente, hace unos días en los medios, porque al New York Times se le ocurrió poner como foto principal de portada un retrato del beisbolista Alex Rodríguez hecho con Instagram. Me atrevo a decir que a la mayor parte del público esta noticia le fue indiferente, como indiferentes les resultan los diarios impresos a la mayoría de los lectores de hoy. Para mí, que crecí leyendo en papel, fue un poco triste ver como uno de los principales impresos del mundo usó esta estratagema para llamar la atención. Hace cinco años Apple hubiera pagado lo que fuera para que el NYT pusiera una foto tomada con el IPhone en su portada, hoy en día es el NYT el que busca los reflectores de los smartphones. La imagen de Alex Rodríguez es una de las últimas anécdotas en el irreversible camino de los diarios impresos hacia el olvido. Baste decir que el NYT imprime un poco menos de un millón de ejemplares cada día, mientras lo visitan 30 millones de personas en su página web.

El caso es que los enemigos de Instagram volvieron a decir cosas como «es el principio del fin del fotoperiodismo» y «esto representa una degradación de la fotografía», etc. El sentimiento que parece prevalecer contra la aplicación se resume en esta frase que circula con cierta continuidad por las redes sociales:

“Twitter te hace creer que eres sabio. Instagram que eres fotógrafo. Y Facebook que tienes amigos. El despertar va a ser duro”

Las críticas pueden resumirse en dos aspectos supuestamente perniciosos:

a) los filtros y su estética de falsa antigüedad

b) la extrema facilidad con que se hacen y se comparten las fotos («apretar un botón no es ser fotógrafo»)

Lo primero, los filtros, responde más a una estética colectiva de nuestro tiempo que al influjo de Instagram. En nuestras ilusiones, todo tiempo pasado fue mejor, la nostalgia es un sentimiento muy fuerte y la capacidad camaléonica de la fotografía digital para disfrazarse de cualquier cosa la hace ideal para resucitar estilos. Pero quienes hoy critican los filtros se olvidan de que prácticamente toda la fotografía se hacía con «filtros» integrados. El filtro era la película. Cada marca y cada emulsión ofrecían un look diferente, y no había nada que el fotógrafo pudiera hacer al respecto, la saturación, la temperatura de color, el contraste, etc, ya habían sido fijados por los fabricantes de la película. La única decisión que uno podía tomar (dentro de la foto en color) era escoger el tipo de película. En comparación, la foto digital nos ofrece mucha más libertad, incluso Instagram tiene la opción de no aplicarle ningún filtro a la foto.

Es en la segunda objeción donde me parece que coinciden la mayoría de los detractores de la red social: la facilidad, la pretensión de ser Fotógrafos con mayúscula. Es en este punto en el que quiero detenerme e intentar reflexionar un poco, porque este texto no es una defensa de Instagram, sino una crítica hacia cierta actitud en ciertos fotógrafos, una actitud que es completamente humana y comprensible, pero a mi juicio equivocada. Ocurre en casi todos los campos, uno se aboca al dominio de un oficio, invierte años de esfuerzo para aprenderlo a fondo para que una nueva tecnología de repente lo haga más accesible, fácil y rápido. Es normal que las personas afectadas reaccionen como si fueran víctimas de una injusticia y miren con desdén a los usuarios de los nuevos aparatos.

Yo también sentí lo mismo alguna vez. Tras pasarme años aprendiendo a revelar e imprimir con propiedad en blanco y negro, tras haber adquirido las cámaras que pensaba iba a usar para siempre, llegó la revolución digital y lo cambió todo. Al principio, por supuesto, miraba con recelo y antipatía todo lo digital, hasta que no me quedó más que usarlo. Después, hace unos ocho años, llegó Flickr, la primera red social dedicada a la fotografía. Todo mundo podía ya publicar con gran facilidad y de manera gratuita sus fotos en la web, y obtener comentarios y estrellitas de favorito. Los fotógrafos que ya habíamos publicado en impresos y habíamos expuesto en las galerías locales, es decir, que ya éramos Fotógrafos con mayúscula, veíamos con desdén la arrogancia de los jóvenes que recién se habían comprado una cámara digital y se mareaban con las decenas de comentarios favorables que recibían sus fotos, exactamente igual que en Instagram.

«Ahora ya cualquiera es fotógrafo», es una frase que usé en aquellos años y han usado muchos miembros del oficio en el último siglo. Por supuesto que mi actitud era incorrecta. En lo que no había reflexionado entonces y tal vez no han reflexionado muchos de los actuales inquisidores, es que esa acusación de facilismo ha sido una constante en la historia de la fotografía. Al principio fueron los pintores y los críticos de arte, quienes veían en ella un automatismo robótico, fruto de la industrialización, que nada podía tener que ver con el arte.

Decía Baudelaire, en una célebre diatriba escrita en 1859:

Si se permite que la fotografía ocupe el lugar del arte para algunas de sus funciones, no tardará en suplantarlo o corromperlo por completo gracias al apoyo natural que encontrará en la estupidez de la multitud.

Nótese la actualidad de la frase si le cambiamos dos sustantivos: «Si se permite que Instagram ocupe el lugar de la fotografía para algunas de sus funciones, no tardará en suplantarlo o corromperlo por completo gracias al apoyo natural que encontrará en la estupidez de la multitud». El tiempo es cíclico. Más adelante, a principios del siglo XX, fueron los propios fotógrafos quienes vieron con desdén a los colegas que usaron uno de los avances más revolucionarios en la historia de la foto: la cámara Leica de 35 mm. En una época en que el estándar era usar placas de 4×5, los profesionales bautizaron despectivamente al nuevo formato como «estampillas»; uno de esos tempranos detractores fue el gran maestro mexicano Álvarez Bravo (hoy en día, naturalmente, quienes usan una Leica se burlan de los smartphones, y así continúa girando esta rueda). Más adelante los Fotógrafos con mayúscula rechazaron la exposición automática (demasiado fácil, así cualquiera toma fotos) y el enfoque automático (demasiado fácil, así cualquiera toma fotos) y aún más adelante, como ya he contado, la fotografía digital (demasiado fácil, etc). Lo que ha habido en el fondo de todas esas críticas es inseguridad ante lo nuevo.

Como habrán notado, los avances tecnológicos siempre han encontrado resistencia y la principal acusación que se la ha hecho a la fotografía a través de su historia (incluso por los mismos fotógrafos) es la de ser «fácil». ¿Han corrompido todos estos avances tecnológicos a la fotografía? Por supuesto que no, somos la generación más afortunada en la breve historia del medio. Nunca los fotógrafos tuvieron a su alcance mejores herramientas, tanta información y tantas opciones para publicar su trabajo. Lo que lograremos hacer con eso está por verse aún, pero lo que está claro es que la Fotografía con mayúscula ya no es asunto de unos cuantos, la puerta de entrada ahora es muy amplia, y eso sólo puede ser bueno. No todos los que hoy abren una cuenta en Instagram llegarán a formarse una cultura visual, de la misma manera que no todos los que aprenden a leer y escribir llegan a disfrutar de la literatura. Pero lo importante es que las oportunidades están abiertas.

Es verdad que si uno lo mira superficialmente Instagram está dominado por patéticos actos de egocentrismo (además de estrellas del espectáculo mostrando sus senos), pero así es la naturaleza humana. Los 15 minutos de fama que Warhol predijo para cada uno llegaron vía web, y esa fama (así sea la limitada a nuestros propios contactos) marea a mucha gente que nunca había tenido la oportunidad de tener una audiencia. Hay muchas fotos realmente meritorias, grandes Fotógrafos que lo usan sin ningún problema y un catálogo instantáneo del mundo hecho por ciudadanos como tú y yo con una conexión mucho más efectiva que Facebook. A mí, que crecí sin el Internet, no deja de parecerme maravillosa la oportunidad de compartir imágenes instantáneamente a través del mundo desde la palma de mi mano. Y sobre la crítica de que sólo hay que oprimir un botón yo contestaría que aún así es necesario que el usario haga el encuadre, y que el encuadre (la elección del punto de vista) es tal vez equivalente a 3/4 partes de toda foto, es decir, hace falta visión para apretar con provecho ese botón. Los avances tecnológicos han hecho que tengamos que preocuparnos cada vez menos del proceso y cada vez más de la visión, del qué es lo queremos decir y cómo. Esto, hasta la fecha, no hay nadie que lo automatice.

Como fotógrafo, las redes sociales me han dado una buena dosis de humildad (que siempre hace falta) para darme cuenta de que todo lo que he aprendido sobre técnica digital en estos años puede quedarse obsoleto; que no podemos predecir hacia dónde irá ahora la fotografía y que antes de mirar con desdén a nadie debemos más bien dar la bienvenida a todos los que inician en este medio maravilloso, porque mientras más participemos más probable será la aparición de mejores fotos.

Instagram es sólo una estación de paso en la constante evolución de la foto digital, no sabemos que posibilidades tendrán mañana los teléfonos celulares, y además, ya se asoma el tan esperado proyecto Google Glass en el horizonte. ¿De qué manera afectará al medio esta nueva tecnología? Imposible predecirlo, lo que sí puedo asegurar es que cuando los primeros usuarios comiencen a caminar por las calles no faltará quien mueva negativamente la cabeza y diga «ahora ya cualquiera es Fotógrafo».

Francisco Cubas

9 pensamientos en “¿Por qué algunos «Fotógrafos» odian Instagram?

  1. Enhorabuena, me ha parecido fantástico el post, muy oportuno y clarificador. Yo mismo utilizo Instagram pero no me llamo a mí mismo fotógrafo, y hay fotografías en Instagram que sonrojan a cualquiera. Los fotógrafos «profesionales de toda la vida» no deberían preocuparse, creo que están a salvo sea cual sea la tecnología que utlicen. Un saludo.

    • Muchas gracias!! Creo que lo mejor de todo esto es que la tecnología ha hecho posible que muchas personas enriquezcan sus vidas acercándose a la fotografía, aunque no se dediquen a ella.
      Saludos

  2. La foto de portada del NYT esta hecha por alguien que sabe de calidad y direccion de luz, el medio utilizado para lograrla es al fin y acabo una herramienta. Felicidades Cubas por la acertada reflexion!!

  3. Excelente reflexión Cubas, seguramente un alto porcentaje de los fotógrafos que tanto critícan Instagram no se han dado la oportunidad de probar la aplicación y menos con un iPhone. Y no es que haga promoción del smartphone, pero creo que el binomio iPhone/Instagram es la combinación perfecta para lograr buenas imágenes, aún y a pesar de ser Fotógrafo je

  4. muy bien.
    coincido con todo lo que detallas. ese celo de quienes quieren forzosamente adueñarse de un título, un gremio o una rama del conocimiento no nos lleva a nada.

    y sí, aunque el encuadre 1:1 y los filtros de instagram parecieran ser una gran ayuda para que las fotos se vean bonitas «por default», te encuentras fotos terriblemente tomadas, y otras muy muy chingonas.. lo que nos indica que el talento no se puede adquirir en una app

    saludos!

  5. Pingback: Instagram: detrás de las cámaras de una vida perfecta

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