a Teresa María Rojas
¿Qué edad cumple la luz esta mañana?
¿Por qué el ave no lleva dentro el nido?
¿Es posible que Dios haya tenido
de sí mismo una imagen tan mundana?
¿Quién compuso el silencio? ¿Qué campana
le dio forma? ¿Por qué se ha perseguido
tanto al viento, por qué se le ha prohibido
detenerse? ¿Por qué cae la manzana?
¿Es inútil que el tiempo retroceda
y se quede como una polvareda
retozando, en la nada, el infinito?
¿A quién debo temer cuando decida
encontrarle al espacio una salida
y se escuche en las Pléyades un grito?
Orlando González Esteva (1952-)
Lo mejor del IX Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer que se acaba de celebrar en Villahermosa fueron los talleres que ofrecieron Hugo Mujica y Orlando González Esteva. Al primero llegué lo suficientemente tarde como para no poder ofrecer un resumen coherente, aunque no tanto como para no poder apreciar los restos de una brillante disertación sobre la historia del sujeto en Occidente. El de González Esteva lo escuché completo y es uno de los mejores ejercicios de divulgación de la poesía que he presenciado en mi vida. Orlando nació en La Habana, pero reside en los Estados Unidos desde los 13 años. Siendo joven y desconocido en el medio literario le envió por correo unos poemas a Octavio Paz, y a vuelta de correo recibió el número de la revista Vuelta en que habían sido publicados con una reseña elogiosa. Fue el comienzo de una amistad duradera y una carrera literaria que continúa hasta hoy.