Heard melodies are sweet, but those unheard
are sweeter…
John Keats
«Dulces son las melodías escuchadas, pero más lo son las no escuchadas», el célebre verso de Keats tiene muchas posibles lecturas, una de las cuales es la afirmación de que la imaginación es siempre mayor que la realidad. También podríamos interpretar que nuestro deseo será siempre superior a lo que poseemos, que nuestros innumerables sueños se estrellarán siempre contra las limitaciones de la vida real. Llevando la frase al contexto de la creación yo la emparejaría con esta frase de George Steiner: «En el corazón de la forma se encuentra una tristeza, una huella de la pérdida». Es decir, la obra, el poema, la canción, habría podido ser de muchas maneras, acaso mejores, acaso más adecuadas a su ser. Lo dice también Rousseau: «Tal es la nada de las cosas humanas que, excepto el Ser que existe por sí mismo, no hay nada más bello que lo que no existe». Augusto Monterroso ilustra magistralmente este punto en su cuento Sinfonía concluida, que especula lo que ocurriría si fueran hallados los dos movimientos faltantes de la famosa obra de Schubert. Las delicias concretas, ancladas en el devenir, en el tiempo y el espacio, están en desventaja frente a las imaginadas, que no tienen límite.
Todo aquel que ha intentado crear sabe de la decepción, de la derrota que llega a ser la obra final. El creador es un viajero que se asoma a la otra orilla y regresa con apenas un puñado de despojos para intentar contar lo que vio. Si la obra es grande sólo el mismo artista podrá darse cuenta de cuánto le faltó para alcanzar su meta, si es mediana, regular o mala, las fisuras serán evidentes para muchos.
Tal vez los fotógrafos estamos más familiarizados con la frustración que otros creadores porque nuestras fallas quedan registradas, aunque normalmente nunca las mostremos (por lo menos no conscientemente, muchas veces uno publica fotografías fallidas sin darse cuenta de que lo son, pero esa es otra historia). El número de fotos que uno toma depende del género fotográfico que aborde y de su método de trabajo personal, pero en general todo fotógrafo toma muchísimas más fotos de las que considera buenas o destacables. Podríamos decir que el fotógrafo falla muchísimo más de lo que acierta.
Tomemos por ejemplo la imagen que encabeza este post. Fue tomada en el curso de una grata reunión, el día en que el poeta tabasqueño Jeremías Marquines presentó su libro Acapulco Golden en la clausura del Encuentro Iberoamericano de Poesía, en Villahermosa. Jeremías radica en Acapulco desde hace varios años, por lo que no es habitual tener la oportunidad de fotografiarlo, así que esa noche saqué la cámara durante unos minutos para tener un recuerdo. Aparece junto a Rogelio Urrusti, caricaturista y artista plástico con quien le une una amistad especial, que me parece es evidente en la foto. El gesto, el lugar, los dos personajes por quienes siento un gran cariño, todo se alineó un instante para formar un grato recuerdo. Pero mis manos y mis ojos no se sincronizaron bien con mi pensamiento. En algunas ocasiones uno falla al hacer una fotografía porque hubo algo de lo que no se dio cuenta en el momento de la toma. En este caso al ver la escena yo fui consciente de cómo quería tomar la foto, usando la perspectiva para que la silueta de la botella en primer plano se alineara en medio de sus dos rostros. Sólo que por alguna razón fallé (el gesto sólo duró un instante) y el pico de la botella obstruye el ojo derecho de Jeremías, echando a perder la toma.
Tengo otras imágenes de esa escena, por supuesto: dos o tres decentes, creo que una digna. Pero la mejor, la que yo más recordaba de esa noche, era ésta, que no era la gran fotografía, pero sí una foto que vi y no pude hacer como yo quería y esas son las que más duelen.
Por eso la veo y recuerdo a Keats. Las melodías no escuchadas, las que no llegaron a ser, nos atormentan pero también nos ilusionan. El fracaso tiene también algo de promesa, nos permite creer que algún día estaremos a la altura de la oportunidad.
Tu mejor foto es la que nunca fue, la que todavía podría ser. Las fotografías no logradas nos hablan dulcemente de aquellas que algún día podremos hacer.