Como todo origen es arbitrario, podríamos ubicar el germen de esta historia en la milenaria ciudad de Tire, cuna del abuelo de Patricia Aridjis. Él pertenecía a la ancestral colonia griega que fue expulsada luego de la derrota en la guerra greco-turca de 1922. Aquel veterano de la Primera Guerra Mundial tal vez intuyó que la guerra estaba muy lejos de acabarse en Europa. El caso es que alguien, en alguna embajada, le mencionó México como un buen lugar para emigrar. Y así, sin saber español ni conocer a nadie se embarcó. En el DF conoció y se casó con una joven de Contepec, un pequeño pueblo michoacano donde procrearía cinco hijos (el menor de ellos es el poeta Homero Aridjis) y donde, una generación más tarde, nacería Patricia.
«Yo creo que de ahí me viene mi espíritu aventurero, de mi abuelo», dice sonriente, y me cuenta cómo al terminar la carrera de Comunicación en la UAM se fue de mojada a Estados Unidos en compañía de una amiga, «para ver qué pasaba». Pasaron al otro lado, a San Diego, «y todo salió mal», prosigue Patricia, «quienes nos iban a dar hospedaje nunca aparecieron, nos quedamos sin dinero y terminé limpiando mesas en un restaurante para poder regresar a México».
Esa vena aventurera distingue a una autora que se formó en el periodismo en varios periódicos y revistas del D.F., y evolucionó hacia el documentalismo con un libro esencial para este género en México: Las horas negras. Lo que comenzó como un reportaje más sobre el reclusorio para el diario Milenio se convirtió en una misión para Patricia, que se enfocó en la vida que llevan las mujeres en varias cárceles de la capital mexicana, y las visitó durante siete años, escuchando sus historias, retratándolas y afianzando lazos que duran hasta el día de hoy. En el libro, cuya edición fotográfica corrió a cargo de Francisco Mata, se mezclan 44 fotos de la autora con testimonios escritos por las reclusas. El hecho de haber seleccionado 44 fotos de un trabajo de siete años es en sí mismo una gran lección de fotografía: las imágenes memorables no abundan, algo que parece difícil de entender en estos días, cuando tantos aspirantes a fotógrafos suben decenas de fotos cada día a la web.
Las horas negras cambió la carrera de Patricia, que desde entonces ha recibido múltiples reconocimientos y becas, la última de ellas del Sistema Nacional de Creadores, que le ha permitido dedicarse casi de tiempo completo a sus proyectos. Uno de ellos, el que la ha traído a Tabasco más de una ocasión en los últimos años, es un trabajo sobre la contaminación industrial en el cual documenta casos en varios estados del país. En Tabasco ha seguido el problema de los habitantes del poblado Nuevo Torno Largo, en la costa del municipio de Paraíso, donde los mecheros de una instalación de Pemex queman combustible las 24 horas, a menos de un kilómetro de sus casas, lo cual es asociado por los pobladores con las altas incidencias de cáncer y afecciones respiratorias que padecen.
Por eso la acompaño esta mañana de junio a bordo de un camión que nos lleva por las últimas calles de Villahermosa con rumbo a Paraíso. La noche anterior, el 3 de junio, Patricia ofreció en el Centro de la Imagen de Tabasco una revisión de portafolios a la que sólo acudimos cuatro fotógrafos que aprovechamos la gran oportunidad de recibir una crítica profesional sobre nuestro trabajo. Fue ahí cuando me enteré de que ella estaba trabajando en Nuevo Torno Largo y me ofrecí para ser su asistente por un día, a lo que ella accedió con gusto. Cargar cables (o reflectores y telas en este caso) es una gran oportunidad para aprender. Hace años, cuando iniciaba en la fotografía, le habría preguntado a ella todo sobre técnica: ¿qué cámara usa? ¿con qué lentes? ¿qué película? ¿qué ampliadora? Preguntas que hoy se traducirían en ¿qué cámara? ¿con qué lentes? ¿Photoshop o Lightroom? ¿qué plug ins usa?
Hoy sé que nada de eso es fundamental. Lo más importante es la visión, y eso es algo que depende de nuestra educación, nuestra indiosincracia y las circunstancias que han rodeado nuestra vida. Así que en el trayecto a Paraíso platicamos un poco de todo, de libros, de la violencia desatada en el país, del maltrato hacia los animales, de la dificultad de trabajar como freelance para revistas. Patricia se precia de ser una buena escucha. Sus ademanes suaves y su voz amable, su sencilla cortesía y la atención que despliegan sus ojos grandes conjuntan una señal de bienvenida que te hace sentir en confianza, con la tranquilidad requerida para hablar de cualquier cosa. Este rasgo de su persona es tal vez, junto a su talento fotográfico y su persistencia, el más importante para llevar a buen término los trabajos que emprende.
Tras bajar del camión en Paraíso un taxi nos lleva a Nuevo Torno Largo, a unos 15 minutos de ahí. Patricia no parece poseer ese privilegiado sentido de la ubicación que uno supone en los aventureros, más bien parece un poco despistada, pero a lo largo del día siempre se las ingeniará para dar con el lugar que estaba buscando. Llegamos así a la casa de Don Ángel, el decano de los colonos de Nuevo Torno Largo, que llegó ahí antes de que Pemex instalara sus mecheros. Don Ángel es el contacto, la puerta de entrada a la comunidad. Ha sido él quien la ha guiado por el pueblo, presentándole a todas las personas que tienen algo que decir sobre el caso. La fotógrafa saluda con la misma alegría a Don Ángel y a Napoléon, su perro. Durante todo el día, los animales serán lo único que distraerá su atención de las personas. Hace unos años adoptó dos perros mestizos que le cambiaron la vida, «cambiaron mi manera de ver a los animales, mi estado de ánimo, hasta mi matrimonio lo cambiaron», dice entre risas. Hoy su sensibilidad hacia los animales es tanta que en ocasiones interfiere un poco con su trabajo, como cuando fotografió recientemente a una familia en la costa de Guerrero y les pidió que liberaran a una ardilla que tenían enjaulada, o que no cazaran iguanas.
A diferencia de la labor periodística, siempre a la carrera, siempre pendiente de la hora de cierre y de la necesidad de recabar los datos suficientes para entregar la nota el mismo día, la fotografía documental permite, requiere el sosiego. Tenemos todo el tiempo para escuchar. Don Ángel es un hombre lleno de historias, y Patricia lo escucha con genuino interés durante un largo rato antes de proponerle unos retratos en su patio, donde una mata de limón, otra de chile amash, un cocotero, un cerdo y varios pollos comparten el espacio.
Patricia inició este proyecto en película, y ha querido continuarlo así, lo cual le representa más gastos. Su maleta guarda para este viaje una Nikon 8008 (cuyo motor de vez en cuando se niega a enfocar), lentes fijos de 20, 28, 35, 50 y 60 mm, una lámpara LED, una Panasonic digital modelo Lumix, la cámara panorámica Hasselblad X-Pan y una pequeña cámara de vídeo digital para entrevistas (en sus nuevos proyectos Patricia está incorporando el uso de audiovisuales). Además, carga también con un reflector y un bastidor blanco para usarlo como fondo si se requiere.
Ya había yo mencionado la persistencia como una virtud. Patricia ha visitado varias veces en los últimos años esta comunidad, donde el problema de salud parece ser real. La Comisión de Derechos Humanos de Tabasco ha hecho estudios médicos en los niños que parecen ligar el entorno con alteraciones cromosómicas que podrían degenerar en cáncer, y la mayoría de los lugareños con los que platicamos parece tener problemas de garganta. Pero nada de esto es observable en una fotografía, lo cual implica un gran reto para ella, que podría haber buscado otro caso más a modo desde la primera visita, pero en lugar de ello ha regresado una y otra vez para intentar contar esta historia en imágenes.
Mientras Don Ángel contacta a un lanchero que nos lleve por la laguna, caminamos hacia el muelle de los pescadores, donde dos niños tiran su anzuelo con los quemadores de fondo. Extiendo el reflector para equilibrar la luz mientras Patricia los retrata, y me queda claro que ella ya superó hace mucho tiempo aquella vieja discusión entre el documentalista «puro» que no mueve ni una hoja de la escena y el moderno, que sabe que el mismo hecho de llevar una cámara a la escena ya es una intervención, y no duda en agregar iluminación o en dirigir al personaje para obtener un mejor resultado.
La lancha a remo nos conduce bajo el sol feroz del mediodía hasta las mismas narices de los quemadores, y mientras la autora realiza sus tomas Don Ángel y el lanchero se embarcan en la nostalgia de cuando la comunidad era pequeña, antes de Pemex, y se podían dejar los utensilios de pesca en el muelle cada noche, porque todos se conocían y nadie se hubiera atrevido a robarlos (hoy apenas tiene 1,300 habitantes, pero muchos extraños transitan por la zona debido a las actividades petroleras).
De vuelta en tierra Don Ángel nos lleva por la calle más vieja del pueblo, bordeada de casitas cuyos frentes están cundidos de flores, para entrevistar a otros vecinos que quieren dar su testimonio. Mientras yo ilumino con el LED o el reflector, la fotógrafa prende su cámara de vídeo y escucha, pregunta, observa. Al terminar de grabar saca la Nikon y hace sus retratos. Llega a regresar hasta tres veces a una de las casas para repetir una vez más un retrato en el que había pasado por alto algún pequeño detalle. Mientras escucho imagino cuántas historias así habrá en el mundo, cuántas personas como daños colaterales, con dramas demasiado pequeños para obtener los reflectores, pero lo suficientemente serios como para arruinar sus vidas.
Ya casi es hora de regresar, hoy es martes 4 de junio y por la noche Patricia tiene que estar en el Centro de la Imagen para mostrar otro proyecto ya casi terminado, Arrullo para otros, al público de Villahermosa. La asistencia será un éxito, con el auditorio y una audiencia atenta que realizará multitud de preguntas a la autora, quien al final firmará muchos ejemplares de Las horas negras vendidos en el lugar. Arrullo para otros es un trabajo también de varios años que documenta las realidades alternas de las jóvenes que trabajan de nanas en los hogares pudientes de México. Es el primer trabajo en color de la autora, y todavía está en trabajo de edición y publicación, pero cualquiera que aprecie la fotografía documental debería estar pendiente de su próxima aparición.
Cae la tarde en Nuevo Torno Largo y abordamos un camioncito suburbano que nos saca a la carretera a Paraíso, donde una combi nos llevará a la central camionera, y otro taxi nos llevará a la terminal de donde sale la combi final que nos regresará sin escalas a Villahermosa. Mientras los verdes horizontes tabasqueños se deslizan por las ventanillas, compartimos animadamente nuestras impresiones sobre un día en el que nos hemos pasado más tiempo escuchando que fotografiando, y le hago a Patricia la pregunta más obvia, cuya respuesta imagino, pero tengo que confirmar:
-¿Por qué haces foto documental?
– Va a sonar muy romántico, pero lo hago porque hay muchas injusticias en este mundo, y creo que esas injusticias deben mostrarse. No sabemos qué tanto eso ayude a cambiar las cosas, pero es lo que está en nuestra mano hacer.
* Información y fotos de Patricia Aridjis en Zona Zero.
* Ella escribe mensualmente una columna que no hay que perderse en la revista digital Antídoto, donde reseña autores fotográficos nacionales e internacionales.
Felicidades…. es un excelente artículo y un maravilloso personaje…
Muchas gracias Rogelio!
Muchas gracias Rogelio, va un fuerte abrazo.
Tan grande Patricia y tan maravillosamente humana.
Ella reviso mi primer portafolio y me dejo una leccion importantisima con la manera en que ella evaluo mi trabajo. Recuerdo haber estado muy nerviosa, y Patricia miro con cuidado cada imagen y fue dando sus observaciones. Los fotografos estamos acostumbrados a recibir criticas durisimas en estas sesiones, de hecho vamos preparados para que nos digan que lo que estamos mostrando es una gigante mierda, y quienes tengan la piel muy delgadita dudosamente «la van a hacer».
Pero Patricia critico mi trabajo con suma seriedad, fue y regreso varias veces, hizo comentarios muy especificos tanto tecnicos como sobre la historia. Comparo los trabajos de quienes estabamos en la sesion con otros fotografos para buscarles y aprender, nos guio hacia materiales que estudiar, nos hablo de su experiencia y lo que estaba ella haciendo en ese momento.
Cuando sali de la sesion, lo unico que pensaba era en como mejorar mi trabajo y lo mucho que me gustaria, alguna vez, poder inspirar a alguien de la manera en que lo hizo ella conmigo. Por esa leccion siempre le voy a estar agradecida.
*disculparan los acentos, que a esta compu no se los encuentro.
Gracias por comentar y qué bueno que cuentas eso, sobre lo que ya no pude abundar en el post. Quienes asistimos en Villahermosa a la revisión tuvimos una experiencia muy similar a la que narras. Saludos!
Me siento muy emocionada al leer tus amables palabras. La agradecida soy yo. Es para mi un orgullo y una satisfacción, además de que representa un compromiso muy grande, saber que mi opinión puede repercutir en el trabajo de otros fotógrafos. Recibe un abrazo grande.
Fue un placer leer el artículo. Soy amiga de Paty y creo que en verdad refleja mucho de lo que ella es como fotógrafa y como persona. ¡Felicidades al autor y a ella claro!
Gracias Beatriz!
Que bueno excelente reportaje y me gustaria, que tambien en otras comunidades de paraiso, tab. se hicieran estos documentales,,,,, le felicito por tanbuen trabajo
Gracias Lenin!
soy nacida en nuevo tornolargo y vivo en el norte del pais y leer este articulo tan bueno sobre mi comunidad, me hace reflexionar. felicidades excelente articulo.
Muchas gracias Yazmin, que bueno que te haya gustado.