Un territorio paralelo a la muerte

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Fotografía del padre de Paul Auster usada en la portada de su libro «La invención de la soledad».

El descubrimiento de esas fotografías fue importante para mí porque parecían reafirmar la presencia física de mi padre en el mundo, permitirme la idea ilusoria de que todavía estaba allí. El hecho de que muchas de estas fotografías eran totalmente desconocidas para mí, sobre todo las de su juventud, me daba la extraña sensación de que lo veía por primera vez y de que una parte de él comenzaba a existir ahora. Había perdido a mi padre; pero al mismo tiempo lo había encontrado. Mientras mantuviera aquellas fotografías ante mi vista, mientras las siguiera contemplando con absoluta atención, sería como si estuviera vivo, incluso en la muerte. Y si no vivo, al menos tampoco muerto; más bien en suspenso, encerrado en un universo que no tenía nada que ver con la muerte y en el cual la muerte nunca podría entrar…

 

… Entre las fotografías de la bolsa, una trucada, tomada en un estudio de Atlantic City hace unos cuarenta años. Hay varias imágenes de él mismo sentado alrededor de una mesa, cada una tomada desde un ángulo diferente, de modo que la primera impresión es que se trata de un grupo de hombres distintos. Por la penumbra que los rodea y la total inmovilidad de sus poses, pareciera que se han reunido para llevar a cabo una sesión de espiritismo. Pero luego, cuando uno estudia detenidamente la fotografía, advierte que se trata siempre del mismo hombre. La sesión de espiritismo se vuelve real y es como si él hubiera asistido sólo para invocarse a sí mismo, para traerse de vuelta del reino de los muertos; como si multiplicándose a sí mismo hubiera desaparecido de forma accidental. Hay cinco imágenes de él, y sin embargo, la naturaleza de la fotografía no permite el contacto visual entre sus varios yoes. Cada uno de ellos está condenado a seguir con la vista fija en el espacio, como si lo observaran los demás, pero sin ver nada, incapaz de ver nunca nada. Es una fotografía de la muerte, el retrato de un hombre invisible». 

 

Paul Aster, La invención de la soledad (1982)

 

De amistad e incertidumbre

René Char y Martin Heidegger a finales de los años 60s, fotografiados por Roger Munier, escritor y traductor francés amigo del filósofo alemán.

La imagen de arriba es descrita por Milan Kundera en un ensayo de su libro Un encuentro (2009):

Miro la foto de René Char al lado de Heidegger. El primero, célebre resistente contra la ocupación alemana. El segundo, denigrado por las simpatías que, en determinado momento de su vida, sintió por el nazismo naciente. La foto está fechada en los años de posguerra. Se les ve de espaldas; una gorra en la cabeza, una grande, la otra pequeña, paseando en plena naturaleza. Me encanta esta foto. 

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